![]() Nos sentimos traicionados cuando se atenta contra nuestros principios o la confianza depositada, o cuando surge la deslealtad, la infidelidad o nos mienten o engañan. Ante la traición dejamos de creer en la o las personas que nos traicionan. Nos sentimos burlados, defraudados y es muy difícil recuperar la fe de nuevo en quienes nos hayan traicionado. La traición produce, en los traicionados, ira y rabia en los primeros momentos. Genera de inmediato el deseo de agresión al traidor. Luego, surge el rencor y el odio y las ganas de venganza. Al mismo tiempo trae consigo un enorme dolor, la pérdida de la confianza en la pareja, el compañero, el amigo o la entidad en quien hayamos depositado nuestra fe o esperanza. También, provoca pérdida de autoestima, sentimientos de minusvalía, humillación e impotencia, lo cual puede incitar la depresión. El ser humano busca la justicia y cuando no la ve satisfecha se frustra. Por su parte, el traidor pierde la amistad y el amor de sus cercanos o el respaldo de su comunidad. Su remordimiento o el hecho de irse quedando solo, dado que poco a poco va siendo descubierto como lo que es, lo lleva a una vida muy vacía, a pesar de la riqueza que haya obtenido por sus actos. Ante la traición la única cura que tenemos es hacerle ver al traidor que conocemos lo que hizo y expresarle nuestro perdón. Y si fue el amor, la amistad, la fidelidad o la lealtad de un ser querido lo que fue vendido, debemos superar nuestra rabia, enterrar figurativamente la traición, hacer nuestro duelo, aprender de la experiencia y seguir hacia delante intentando siempre vivir espiritualmente, es decir siendo consciente, amando y obrando apropiadamente. |
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